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Categoría: Celebración del día
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San Severino fue un monje, Abad y un gran predicador que con sus profecías logró la conversión de muchos. Se negó a ser obispo. Fundó muchos monasterios

San Severino. Predicador: El monje que se negó a ser obispo.

San Severino, o San Severino de Nórico, fue un monje Abad, ermitaño, fundador y un gran predicador con que poseía el don de profecía y de sanación Trabajó para evangelizar la región de Nórico (parte de la Austria moderna), estableciendo varios monasterios a lo largo del río Danubio, cerca de la Viena moderna. En sus últimos años, dio ayuda y consuelo a los muchos refugiados y víctimas de la invasión de la región por Atila y los hunos. San Severino se dedicó a ayudar a los pobres, a rescatar a los cautivos y a enseñar la fe.

 

Fiesta: 8 de enero.

 

Martirologio Romano: En Nórico, cerca de las riberas del río Danubio, en la actual Austria, San Severino, sacerdote y monje: quien, después de haber llegado a esta zona después de la muerte de Atila el Huno, defendió el pueblo indefenso, domó a los violentos, convirtió a los infieles, fundó monasterios y se dedicó a enseñar los que no tenían instrucción religiosa.

Biografía de San Severino.

San Severino de Nórico nació probablemente en Roma el año 410. Es patrono de Viena (Austria) y de Baviera (Alemania). A nadie decía que él era de Roma (la capital del mundo en ese entonces) ni que provenía de una familia noble y rica, pero su perfecto modo de hablar el latín y sus exquisitos modales y su trato finísimo lo decían.

Según lo que narran sus biografías, San Severino tenía el don de profecía (anunciar el futuro) y el don de consejo, dos preciosos dones que el Espíritu Santo regala a quienes le rezan con mucha fe.

Profecías de San Severino.

San Severino de Nórico se fue a misionar en las orillas del río Danubio, en Austria y anunció a las gentes de la ciudad de Astura que si no dejaban sus vicios y no se dedicaban a rezar más y a hacer sacrificios, iban a sufrir un gran castigo.

Nadie le hizo caso, y entonces San Severino, declarando que no se hacía responsable de la mala voluntad de esas cabezas tan duras, se fue a la ciudad de Cumana.

Pocos días después llegaron los terribles "Hunos", bárbaros de Hungría, y destruyeron totalmente la ciudad de Astura, y mataron a casi todos sus habitantes.

En Cumana, San Severino o anunció que esa ciudad también iba a recibir castigos si la gente no se convertía. Al principio nadie le hacía caso, pero luego llegó un prófugo que había logrado huir de Astura y les dijo: "Nada de lo terrible que nos sucedió en mi ciudad habría sucedido si le hubiéramos hecho caso a los consejos de este santo. Él quiso liberarnos, pero nosotros no quisimos dejarnos ayudar".

Entonces, las personas se fueron a los templos a orar y se cerraron las cantinas, y empezaron a portarse mejor y a hacer pequeños sacrificios, y cuando ya los bárbaros estaban llegando, un tremendo terremoto los hizo salir huyendo. Y no entraron a destruir la ciudad.

En Faviana, una ciudad que quedaba junto al Danubio, había mucha carestía porque la nieve no dejaba llegar barcos con comestibles. San Severino amenazó con castigos del cielo a los que habían guardado alimentos en gran cantidad, si no los repartían. Ellos le hicieron caso y los repartieron.

Entonces el santo, acompañado de mucho pueblo, se puso a orar y el hielo del río Danubio se derritió y llegaron barcos con provisiones.

Su discípulo preferido, Bonoso, sufría mucho de un mal de ojos. San Severino curaba milagrosamente a muchos enfermos, pero a su discípulo no lo quiso curar, porque le decía: "Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder".

Y por 40 años, su discípulo Bonoso sufrió  su enfermedad, pero llegó a buen grado de santidad.

"Dios escudriña los corazones de todos y comprende todas las imaginaciones de la mente. Espera, por lo tanto, con la ayuda de la oración constante, que Dios ilumine los ojos de tu corazón". San Severino de Nórico.

San Severino: el predicador.

San Severino iba repitiendo por todas partes aquella frase de la Santa Biblia: "Para los que hacen el bien, habrá gloria, honor y paz. Pero para los que hacen el mal, la tristeza y castigos vendrán" (Romanos 2)

Y anunciaba que no es cierto lo que se imaginan muchos pecadores: "He pecado y nada malo me ha pasado". Pues todo pecado trae castigos del cielo. Y esto detenía a muchos y les impedía seguir por el camino del vicio y del mal.

San Severino era muy inclinado por temperamento a vivir retirado, rezando y por eso durante 30 años fue fundando monasterios, pero las inspiraciones del cielo le mandaban irse a las multitudes a predicar penitencia y conversión.

Buscando pecadores para convertir, recorría aquellas inmensas llanuras de Austria y Alemania, siempre descalzo, aunque estuviera andando sobre las más heladas nieves, sin comer nada jamás antes de que se ocultara el sol cada día; reuniendo multitudes para predicarles la penitencia y la necesidad de ayudar al pobre y sanando enfermos.

San Severino despertó en sus oyentes una gran confianza en Dios y un serio temor a ofenderle; vistiendo siempre una túnica desgastada y vieja, pero venerado y respetado por cristianos y bárbaros, y por pobres y ricos, pues todos lo consideraban un verdadero santo. Se encontró con Odoacro, un pequeño reyezuelo, y le dijo proféticamente: "Hoy te vistes simplemente con una piel sobre el hombro. Pronto repartirás entre los tuyos los lujos de la capital del mundo".

Y así sucedió. Odoacro con sus Hérulos conquistó Roma, y por cariño a San Severino de Nórico, respetó el cristianismo y lo apoyó.

Cuando Odoacro desde Roma le mandó ofrecer toda clase de regalos y de honores, el santo lo único que le pidió fue que respetara la religión y que a un pobre hombre que habían desterrado injustamente, le concediera la gracia de poder volver a su patria y a su familia. Así se hizo.

Giboldo, rey de los bárbaros alamanos, pensaba destruir la ciudad de Batavia, San Severino le rogó por la ciudad y el rey bárbaro le perdonó por el extraordinario aprecio que le tenía a la santidad de este hombre.

En otra ciudad predicó la necesidad de hacer penitencia. La gente dijo que en vez de enseñarles a hacer penitencia les ayudara a comerciar con otras ciudades. San Severino les respondió: "¿Para qué comerciar, si esta ciudad se va a convertir en un desierto a causa de la maldad de sus habitantes?".

Entonces, San Severino se alejó de la ciudad. Poco después llegaron los bárbaros y destruyeron la ciudad y mataron a mucha gente.

En Tulnman llegó una terrible plaga que destruía todos los cultivos. La gente acudió a San Severino, el cual les dijo: "El remedio es rezar, dar limosnas a los pobres y hacer penitencia".

Toda la gente se fue al templo a rezar con él. Menos un hacendado que se quedó en su campo por pereza de ir a rezar. A los tres días la plaga se había ido de todas las demás fincas, menos de la inca del haciendo perezoso, el cual vio devorada por plagas toda su cosecha de ese año.

En Kuntzing, ciudad a las orillas del Danubio, este río hacía grandes destrozos en sus inundaciones, y le hacía mucho daño al templo católico que estaba construido a la orilla de las aguas. San Severino llegó, colocó una gran cruz en la puerta de la Iglesia y dijo al Danubio: "No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su santa cruz".

El río obedeció siempre y ya nunca pasaron sus crecientes del lugar donde estaba la cruz puesta por el santo.

Muerte de San Severino.

El 6 de enero del año 482, fiesta de la Epifanía del Señor, San Severino sintió que se iba a morir, llamó entonces a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo:

 

"Si quieren tener la bendición de Dios, respeten mucho los derechos de los demás. Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos".

 

San Severino murió el 8 de enero del año 482. La última frase que pronunció fue el Salmo 150 de la Biblia: "Todo ser que tiene vida, alabe al Señor".

A los seis años fueron a sacar sus restos y lo encontraron incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Al levantarle los párpados vieron que sus bellos ojos azules brillaban como si apenas estuviera dormido.

Los restos de San Severino de Nórico han sido venerados por muchos siglos, en Nápoles. En Austria todavía se conserva en uno de los conventos fundados por él, la celda donde el santo pasaba horas y horas rezando por la conversión de los pecadores y la paz del mundo.

Oración a San Severino.

Oh Dios, que has mirado con agrado a los corazones de aquello que te han servido con fidelidad en este mundo, te pedimos que, por la intercesión de San Severino de Nórico, a quien favoreciste, entre otras cosas, el don de la profecía y de la sanación, que abras nuestros corazones a Ti. Y a ti, San Severino, ruega por nosotros para que Dios pueda concedernos el don del verdadero del conocimiento de la Fe. Amén

Santos de la semana

Adaptación, contenido agregado y edición: Qriswell Quero, PildorasdeFe.net | Con información extraída de: EWTN.com
Biografía de Santos - Celebraciones y Fiestas de la Iglesia

pildorasdefe qriswell quero firma autorQriswell Quero, Venezolano, esposo y padre de familia, servidor, ingeniero y misionero de la fe. Comprometido con el anuncio del Evangelio. Creyente sólido de que siempre existen nuevos comienzos. Quien a Dios tiene nada lo detiene.

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